martes, 23 de julio de 2013

Lana y su monstruo interior.

Era sencilla, elegante en cierto modo y hasta guapa.

Lana era una más entre una multitud, una aguja en un pajar, podríamos decir que era hasta única pero eso ella no lo sabía ni lo compartía. Nunca se sintió especial, nunca pensó que destacara entre sus amigas, nunca pensaba nada bueno de ella misma.

No era como las típicas chicas que podías encontrarte normalmente por las redes sociales, queriendo llamar la atención o sumidas en un estado de ánimo del que ellas mismas ni se dan cuenta. Lana era diferente: le gustaba salir con sus amigas y sentirse querida, no llamaba demasiado la atención entre el público masculino debido posiblemente a su constante seriedad e inexpresividad delante de ellos pero tampoco le importaba demasiado ya que era joven y sabía que en algún momento habría alguien que la querría con y sus caras largas.

Pero, de repente, dejó de ser ella misma. Poco a poco empezó a haber algo que había nacido dentro de ella aunque, por decirlo de algún modo, no había florecido del todo. Esa sensación que no la dejaba ser ella misma, ese sentimiento de culpa a muchas horas del día, eso era su monstruo interior, aunque ella no sabía que acabaría poco a poco con sus ganas de vivir, con su forma de ver las cosas, con ella misma.